Titulo. Evaluación geriátrica integral. Como mejorar la calidad de vida de las personas de la tercera edad.
Autor. Dr. Jorge Serra Colina. Especialista en medicina general integral.
Introducción.
Conceptos de interés. Se denomina gerontología al estudio del proceso de envejecimiento en todos sus aspectos. Abarca desde investigaciones de biología molecular hasta estudios socioeconómicos o sobre las consecuencias de la jubilación. El término fue utilizado por primera vez por Metchnikoff en 1901 en su libro La naturaleza del hombre: estudios de una filosofía optimista. Tal y como se desprende de su propia definición, los estudios gerontológicos pueden establecerse desde muy diversos prismas, abarcan diferentes ciencias y, en ese sentido, son interdisciplinares.
La edad moderna de los estudios gerontológicos se inicia en EE.UU. en 1941, con el establecimiento de los primeros programas de estudio sobre el envejecimiento, de los que fue pionero Nathan Shock. A partir de los años cincuenta se inicia la época de los estudios longitudinales, de los que el de Baltimore fue el pionero y uno de los más completos. En 1975 se crea, también en EE.UU., el Instituto Nacional del Envejecimiento (National Institute of Aging). En diferentes países europeos, entre los que se encuentra España, se avanza en paralelo, aunque con algo más de retraso, menos intensidad y, como se verá en seguida, tal vez con una orientación más asistencial, más orientada hacia la geriatría.
En la actualidad, las investigaciones gerontológicas están consideradas como prioritarias por los organismos oficiales de ayuda a la investigación de numerosos países.
La geriatría se define como la rama de la medicina que estudia los aspectos clínicos, preventivos, terapéuticos y sociales del anciano, en situación de salud o de enfermedad. Incluye aspectos relativos a la mayor parte de las disciplinas clínicas y constituye una parte de la gerontología.
En cuanto a la valoración geriátrica integral, que es el tema que nos ocupa, es un método diagnóstico muldimensional, generalmente interdisciplinar, para determinar y cuantificar en una persona anciana las capacidades y problemas médicos, psicológicos, sociales y funcionales al objeto de desarrollar, posteriormente, para luego seguir un plan integral de tratamiento y seguimiento a largo plazo en el paciente geriátrico.
En la tercera década del siglo XX, los británicos M. Warren y L. Cozyn realizaron evaluaciones exhaustivas y sistemáticas a pacientes institucionalizados en áreas de enfermos crónicos, identificando una incidencia elevada de enfermedades no diagnosticadas y potencialmente tratables.
Desde entonces y, especialmente, a partir de estudios realizados en los Estados Unidos en la década de los ochenta, esta nueva herramienta de la geriatría ha demostrado su eficacia en términos cuantificables como la morbilidad, mortalidad y coste asistencial. Las ventajas de la evaluación geriátrica integral respecto al cuidado "tradicional" se describen en la tabla.
La evaluación geriátrica debe ser realizada por equipos, especialmente entrenados, que pueden ubicarse en el hospital, centro sociosanitario o en el propio domicilio del paciente.
No todos los pacientes ancianos reciben beneficios de este sistema de evaluación. Los que obtienen beneficios en mayor medida son aquellos que se han calificado como "frágiles", en general de más edad y que a sus distintos problemas médicos (pluripatología) añaden alteraciones funcionales y cuyas circunstancias psicológicas o sociales son desfavorables. Son ancianos con un equilibrio bio-psico-social inestable.
Las áreas que se consideran en la evaluación geriátrica van más allá de los límites de un profesional que actuase de forma aislada, siendo necesaria la intervención de un equipo interdisciplinar formado, al menos, por un médico geriatra, enfermero, psicólogo, trabajador social, fisioterapeuta y terapeuta ocupacional. En muchas ocasiones, la evaluación deberá ser complementada por expertos en nutrición humana, oftalmólogos y estomatólogos, entre otros profesionales.
La evaluación geriátrica integral comprende, fundamentalmente, cuatro áreas: clínica, funcional, psicológica y social. Cada área tiene sus propios apartados y algunos se solapan entre sí. Es importante aclarar que no se trata de sistematizar de forma mecánica un listado de problemas independientes, sino que el objetivo es identificar un perfil único del sujeto, global e integrador.
Evaluación clínica.
Conla evaluación clínica tratamos de identificar los procesos activos o aquellos sucedidos con anterioridad, pero que pueden incidir en el estado de salud del paciente. La recogida de datos biomédicos se realiza a partir de la historia clínica general y la exploración física, pero es recomendable disponer de algún modelo estructurado para no omitir datos de interés.
La historia clínica debe incidir, especialmente, en aquellas situaciones de alto riesgo geriátrico: caídas repetidas, inmovilidad, incontinencia, alteraciones de los sentidos, etc. Seremos especialmente cuidadosos en la recogida de datos nutricionales, así como en los referidos a la historia farmacológica.
La anamnesis se complementa con una exploración exhaustiva por aparatos y sistemas, atendiendo aspectos que, habitualmente, no se tienen muy en cuenta, como la exploración de la piel, vista, oído, dentición, marcha y equilibrio.
Existen instrumentos específicos para evaluar algunos de estos problemas en concreto. Así, disponemos de tests como el Mini Nutritional Assessment (Guigoz, Vellas et al., 1994) que permite identificar sujetos con alto riesgo de malnutrición, o la escala de Tinetti (1986) que sistematiza y cuantifica los defectos de la marcha y las alteraciones del equilibrio.
Dada la frecuencia de multimorbilidad asociada, se hace necesario identificar, adecuadamente, la comorbilidad y el peso individual de cada una de las enfermedades concurrentes.
Evaluación funcional.
La capacidad funcional o nivel de autonomía es el mejor determinante de la situación vital en que se encuentra el paciente y del tipo de asistencia que precisa. En geriatría es tan importante mantener y mejorar la función como tratar la enfermedad.
Con la valoración geriátrica integral determinamos la capacidad del paciente para realizar una serie de actividades concretas que le permiten vivir de forma independiente. Estamos hablando de las actividades básicas de la vida diaria y de las actividades instrumentales de la vida diaria.
Se consideran actividades básicas de la vida diaria (ABVD) aquellas que son imprescindibles para cubrir las necesidades elementales. No están influidas por el sexo, entorno geográfico-cultural o el nivel educativo. Se consideran ABVD la autoalimentación, vestirse, el control de esfínteres, realización de la higiene personal, deambular y realizar los diferentes traslados (cama/suelo, silla/suelo, etc.). Las escalas más utilizadas y difundidas para su valoración son el índice de Katz y el índice de Barthel.
El índice de Barthel es, posiblemente, el instrumento más usado en la actualidad para medir el estado funcional en relación a las ABVD. Se diseñó en 1965 para evaluar el grado de dependencia en enfermos crónicos afectos de patología neuromuscular y esquelética. Diversos estudios han demostrado su valor pronóstico en algunas situaciones:
– Un índice de Barthel inferior a 20 en el momento del ingreso en el hospital se correlaciona con un incremento de la mortalidad a los 15 días y a los 6 meses del ingreso.
– Un valor superior a 40 en el momento del ingreso en una unidad de rehabilitación indica una mayor posibilidad de retorno al domicilio. Valores al alta superiores a 60 sugieren una mayor probabilidad de continuar en el domicilio a los 6 meses.
A diferencia de otras escalas de ABVD, en el índice de Barthel, los ítems más importantes para llevar a cabo una vida independiente tienen más peso en la puntuación (caminar, traslados y continencia).
Destacar que el índice de Barthel es una escala conocida y de gran difusión en el ámbito de la rehabilitación geriátrica ya que tiene una buena capacidad para detectar cambios, los ítems están bien especificados y puede ser aplicada por cualquiera de los profesionales del equipo que esté familiarizado con el instrumento.
El índice de Barthel valora, únicamente, ABVD, es decir, que puntuaciones máximas garantizan la independencia para actividades esenciales, pero no significan que el individuo pueda vivir solo. Es poco efectivo en la evaluación de los niveles más altos de independencia.
Evaluación psicológica.
La valoración cognitiva es un proceso relativamente simple en circunstancias normales, pero bastante complejo cuando existe alguna alteración de la misma.
En el ámbito psicológico se distinguen problemas relacionados con las capacidades cognitivas, alteraciones emocionales, trastornos de la conducta, ansiedad, estado de ánimo y aspectos relacionados con la personalidad. Evidentemente, muchos de ellos entrarán, directamente, en el terreno de la psicopatología y serán identificados durante la evaluación clínica.
Fundamentalmente, interesa evaluar el nivel funcional de la persona, relacionado con el estado orgánico cerebral y la capacidad mental. Las principales funciones cognitivas son la orientación en el espacio, tiempo y persona, la memoria, la capacidad de mantener la atención y la concentración, el lenguaje, las praxias (ideomotoras, ideatorias y constructivas), las gnosias, el juicio y el pensamiento abstracto. La alteración de alguna de ellas no constituye por sí misma un diagnóstico.
La capacidad cognitiva está estrechamente relacionada con una serie de variables (edad, educación, estado emocional, sentidos, situación clínica, nivel de conciencia, entorno ambiental), que condicionan la objetividad de los resultados y la selección de las diferentes baterías de medida.
El Mini Mental State Examination, desarrollado por Folstein en 1976, es el test breve más difundido internacionalmente para la evaluación cognitiva. (V. capítulo de Demencias en la sección de Neurología.)
En relación al estado emocional y la ansiedad, es necesaria una adecuada entrevista y exploración psiquiátrica para identificar la existencia de alteraciones psicológicas. En este apartado se utilizan, también, modelos estructurados y cuestionarios de autoevaluación que permiten identificar sujetos de riesgo.
Evaluación social.
Uno de los objetivos de la medicina geriátrica es mantener al anciano en su entorno habitual. Por ello, junto a un amplio conocimiento de la situación clínica, funcional y psicológica es necesaria la identificación de sus circunstancias sociales.
La función social se correlaciona con la función física y mental. Una buena situación social ayuda a mantener la autonomía a pesar de las limitaciones funcionales y la implantación de medidas sociales adecuadas permite el desarrollo óptimo de los cuidados a largo plazo en el domicilio.
La información social debe recoger los siguientes aspectos: historia social, relaciones de convivencia, soporte asistencial formal e informal (entendiendo como soporte formal el suministrado en las instituciones e informal el que da la familia), situación económica y condiciones de la vivienda. Estos parámetros son difíciles de estandarizar.
Se han desarrollado diferentes escalas de evaluación, pero su aplicación está muy condicionada por el entorno cultural y socioeconómico. Posiblemente, las más conocidas son el Apgar Familiar (Smilkstein, 1978) y la desarrollada en la Universidad de Duke, también en 1978.
Por último, es necesario hacer una referencia a la evaluación de la calidad de vida. Éste es un concepto más relacionado con la filosofía que con la práctica de la medicina. La percepción de la propia calidad de vida, entendida como la diferencia entre lo deseado y lo poseído, no deja de ser un parámetro subjetivo y extremadamente variable.
Pero mejorar la calidad de vida es la síntesis de los objetivos terapéuticos en geriatría. Para el médico puede ser útil pensar en ciertos indicadores más objetivables: la presencia de sufrimiento físico o mental, el dolor, el pronóstico respecto a supervivencia y autonomía y, fundamentalmente, la decisión informada expresada por el propio paciente.
Bibliografía.
Farreras Rozman. Temas de medicina interna. Edición 14. Ediciones Hartcourt.año.2000
Alvarez sintes R. Temas de Medicina general integral. Ecimed. La Habana. Año. 2001